Dir. Michael Haneke
Austria 1997
Una familia como tantas otras, un matrimonio con su hijo pequeño, se dirige a pasar unos días a su casa junto al lago. Todo parece tranquilo; como siempre. Pero pronto reciben la visita de dos jóvenes, en apariencia normales, conocidos de un vecino.
Antes de que se den cuenta de lo que ocurre, una estúpida discusión a raíz de unos huevos desemboca en un rifirrafe entre el matrimonio y los dos jóvenes. En un hosco y a la vez sutil crescendo la disputa va a más, hasta que la familia es retenida y torturada por sus visitantes.
* La primera vez que vi esta película, en su estreno, salí con la sensación de haber visto un film de horror bastante cafre y angustioso, pero nada más. Al ver de nuevo esta película años después, tras haber visto entretanto unas cuantas más del señor Haneke, uno se enfrenta a ella a sabiendas de que no puede quedarse tan solo en lo que la cinta muestra, pues Haneke no es un narrador de historias, un cuentacuentos, sino un expositor de ideas y modelos de realidad. Este film va mucho mas allá de su simple argumento. Como escribo arriba, Haneke presenta un modelo de realidad, crea un mundo ficticio, procurando durante la película dejar claro esto último, rompiendo de forma brusca la puesta en escena hiperrealista a la que somete toda la película, para explicitar que lo que vemos no es sino una creación de su retorcida mente. El problema (para la moral o la placidez del espectador, no para el director, pues esa es su intención) es que ese mundo que se nos muestra, pese a los descarados recursos del director para presentarnos todo como una ficción irreal, es demasiado similar al nuestro y nuestra cotidianeidad. La brutalidad del film, y su acción de un realismo crudo (salvo cuando se rompe dicho realismo como llamada de atención) sería suficiente para generar incomodidad en el espectador, pero la crudeza y la violencia explícita no es el quid de la cuestión. Lo realmente perverso es dotar a ese modelo de realidad de unas reglas y leyes (ese juego divertido del título) que justifican la barbarie que se despliega ante nuestros ojos. Unas leyes que el realismo del film, y de la supuesta ficción que nos ofrecen, hacen cómodamente, y la fórmula del film invita a ello, extrapolables a nuestra realidad.
Yo no veo en esta película, como ven tantos otros, una reflexión sobre la violencia y los medios de comunicación, o sobre el vacío emocional y de valores. Son aspectos presentes en todas las obras que he visto de Haneke, pero no creo que aquí sean estos los puntos centrales de la propuesta. Creo que lo que se propone es, como dice el título, un juego; que cada cual juzgue si divertido o no. Un juego cuyas reglas vertebran la realidad de la película, y al que son arrastrados los protagonistas por los dos jóvenes “psicópatas”, que podríamos considerar aliados del propio director (el apelar al público no es una gracia gratuita). La familia no sabe que se hurga en su mundo, ni saben que se van a exprimir las leyes de este para su perdición. No conocen las reglas del jueguecito. La lógica aplastante de este los empuja poco a poco hacía el abismo. Lo perverso es lograr que el espectador perciba el juego y sus reglas; que las vea como leyes que subyacen a la realidad que se le plantea; que perciba la correspondencia entre ese modelo y el nuestro, formado a base de convenciones, esquemas de pensamiento, y respuestas prefabricadas; y que dejando de lado esto último vea como metódica y lógica (siempre en ese otra realidad) la atrocidad y el salvajismo desplegados en pantalla.
Es mi película favorita de Haneke. Por su perturbador planteamiento. Por la lucidez enfermiza con que concibe el film. Porque pretende convulsionar de forma solapada ciertos esquemas mentales, moviendo a la reflexión. Es un ejercicio y propuesta intelectual lúcido, perverso, retorcido, macabro, genial y penetrante. Por su poder desestabilizador es mas terrorífica que cualquier film del género.
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