domingo, octubre 12, 2008

Brand Upon the Brain!

Dir. Guy Maddin
Canadá / EEUU 2006

Guy Maddin vuelve a su isla natal a instancias de su madre. En el viaje hacia la isla, y una vez pone pie en tierra, Guy comienza a recordar su infancia, la cual pasó junto a su hermana y a sus padres, que regentaban el faro y el orfanato. Sus recuerdos lo van abismando cada vez más en los oscuros misterios de la isla.



* Si no fuera por el carácter eminentemente guiñolesco de la obra de Maddin, “Brand upon the Brain!” podría ser una de las cintas de terror más vigorosas, impactantes, sórdidas, pero también elegantes, de las últimas décadas. Siempre he dicho que el cine de terror se vería honrado si algunos directores contemporáneos no muy dados al horror se planteasen un escarceo en el género, siempre que se mantuviesen fieles a si mismos. Me encantaría ver a un Hartley, Iwai, o Haneke, acometer una obra de horror genuino. Pero el género parece en manos de cineastas más preocupados por el susto fácil, la barbarie, y el efectismo.
El cine de Maddin, al menos una muestra como puede ser esta, si es encuadrable en el cine de terror, y en el de corte más crudo y desgarrado, matizado y suavizado por lo grotesco y teatral de la puesta en escena y la caracterización; por lo pantomima, aunque mucho menos acusada que en “The Saddest Music in the World”, que es otra obra maestra.

* Con esta nueva entrega el canadiense sube a un nuevo nivel de virulencia y oscurantismo. “Brand…” es una pesadilla de principio a fin, hipnótica y turbadora; una especie de revulsiva y triunfal revisión de los clásicos de Whale, Tourneur, Franju, o Browning; más enraizada en el expresionismo alemán, con toda su carga surrealista y romántica, y en el cine soviético. A toda esa tradición del horror añade Maddin una densa y tensa carga dramática, de trágicas reflexiones e incómodas lecturas, lanzándose sin ambages sobre fondos como el incesto, la homosexualidad, el maltrato infantil, el trastorno mental… Y de todo da una visión lúgubre y desesperanzadora, con todos los personajes totalmente alucinados, embebidos de sus traumas, temores y desvirtuados anhelos; todos vagando en círculos viciosos sin escapatoria, donde las actitudes más heroicas chocan contra un destino que Maddin sabe pintar de la forma más cruel y lapidaria: hay tenemos la doble transformación de la heroína Sis (el personaje quizá más interesante por ese inquietante giro), la futilidad de la presencia de Chance/ Wendy, el frustrante oscilar de Guy, la enfermiza orbita en la dinámica de amor-odio de los dos hermanos alrededor de su madre… y todo evoluciona como en los vapores de un sueño, la remembranza del Guy adulto sobre una niñez cuyo recuerdo le asalta al pisar de nuevo tierra reminiscente, y se evapora como las pesadillas, dejando una sensación desapacible, pero falta de todo alivio en el despertar. La primera secuencia del Guy llegando a la isla, como sus primeros vagabundeos por ella, plasman con una fuerza temible el poder evocador que tienen sobre el protagonista: la imagen depredadora propia de una ilustre “Nosferatu”.

* Maddin usa los recursos del cine clásico y los que le proporcionan los nuevos lenguajes y libertades expresivas para hacer estragos, para crear un monstruo (en muchos sentidos), enlazando un sin fin de secuencias e instantáneas horripilantes, desgarradoras, terribles. Todo lo enternecedor que también está presente en esta película, lo poético, es barrido por la truculenta y despiadada embestida de la pesadilla, convirtiendo lo lírico y candoroso (también muy presente), en pesadumbre. A todo contribuye de la forma más habilidosa la apabullante y sombría música, así como todo el aparato sonoro de la película, que se muestra genial en su forja de la hiriente atmósfera: espeluznante.

* Me quedo con la sensación del vasto potencial del director para el horror, aunque se afán por el patetismo artificioso no sea del todo de mi agrado; y recalco que no está tan presente como en otros de sus films. Una triunfante reconquista por parte de las formas clásicas del horror; un lacerante aquelarre de horror gótico y romántico que desde mi perspectiva barre con todo el terror moderno. Los miedos infantiles plasmados de forma magistralmente artística, entrelazados con una perspectiva de los rincones más oscuros de la mente humana. Un cuento para no dormir. Maddin da lecciones de oscuridad.