lunes, diciembre 24, 2007

Antes de la Revolución

Prima Della Rivoluzione
Dir. Bernardo Bertolucci
Italia 1964

“Porque siempre es antes de la revolución cuando se es como yo”.













Vanos intentos por llenar el vacío. En ello está empeñada la pareja protagonista, como esa burguesía sobre la que a veces discurre Fabrizio y a la que tanto él como Gina pertenecen.
Cuando uno llega a un nivel de necesidades cubiertas, satisfechas; cuando la vida más elemental, biológica, ya no requiere nada de nosotros, ya no la escuchamos porque ya la hemos complacido con creces, llegamos al final de un camino y nos encontramos con un alto y grueso muro ante cuya visión algunos, los conscientes de tal barrera, quedan paralizados y debatiéndose dentro de si. Esto es lo que parece ocurrirles a Fabrizio y Gina. No pueden, como otros, deambular a lo largo del muro placiéndose en ficciones ilusorias: la quintaesencia burguesa. Necesitan una revolución, franquear esa muralla, pero no saben como hacerlo. No saben si ha de desaparecer fortuitamente; si deben desandar el camino y buscar otro; si han de coger carrerilla y lanzarse contra él a riesgo de romperse la cabeza en el intento. La mayoría de las opciones requieren un esfuerzo desalentador de cara a nuestra acomodada situación. Dichoso de aquel que no ve el final de su camino, y que no siente que se ha detenido en su marcha. Pobre del que se percata. Fabrizio y Gina no parecen comprender que esa revolución que buscan ha de ser personal, que ese muro es interior y que difícilmente se derribará viéndolo como algo externo, por ello se lanzan a una desesperada búsqueda de actividad y conmoción, de objetivos y empresas ajenos a ellos mismos, para mantenerse siempre en movimiento, distrayendo la conciencia de estar estancados. Fabrizio habla de la inutilidad de las revoluciones de un día, que como una chispa iluminan una insustancial esperanza de cambio, pero que hacen más dura la caída y la vuelta a la realidad, porque nuestros esfuerzos acaban por no repercutir en nosotros mismos. Ambos llegan a la evidencia de que no pueden cambiar, por mucho que lo intenten, sin saber que lo erróneo es la vía por la que intentan conseguirlo. Una revolución de un día son sus coqueteos con la causa comunista. Y una revolución de un día parece la relación amorosa que emprenden.
“Quería llenar a Gina de vitalidad, en cambio la he llenado de angustia”. Esa sensación de esterilidad total, de incapacidad de gestar nada bueno, es una idea que ronda y ronda la cabeza de los protagonistas; y los sentimientos de culpa por todo. Nada bueno puede salir de la inoperancia. Y parece que Gina se acerca a Fabrizio con la misma intención. Parece que han visto en el otro una vida que vivir, alguien en quien proyectarse y no tener que vivir dentro de si mismo, sino por y a través de otra persona en quien vislumbran un sentido y una razón de ser, de lo que creen estar faltos ambos. Pero como no ven que el otro está inmerso en la misma dinámica, no hay esperanza, la película es bastante desoladora al respecto, y ya tenemos a Fabrizio y Gina enfrascados en otra revolución de un día. Él se ha dado cuenta de todo esto ahora, y temeroso, al final, decide hacer un intento de sumarse al país de los insensibles y ciegos. No hay forma de librarse de la certeza de que Fabrizio está a las puertas del mismo infierno que vive Gina, para quien el convencimiento de la trivialidad a que ha llegado su existencia es un azote que sufre desde largo tiempo ya.
La situación de la pareja protagonista sería extrapolable a la sociedad en general, más ahora que en la época en que se filmó esta película. El primer mundo, la sociedad del bienestar, parece convencida de una bonanza eterna, de que no hace falta mantener viva esa prosperidad. Como ninguno parecemos creer que hayamos contribuido o podamos contribuir a esta situación, y mayormente no sabemos y nos dan igual los mecanismos que pudieran ponerse en acción para mejorar nuestras condiciones, todo acaba estancado en su complacencia, y no se intuye que de la inmovilidad no puede surgir nada bueno, solo decadencia. Hay que avivar el fuego para que siga calentando, pero parece ser que siempre habrá alguien anónimo que lo hará por nosotros, para que nosotros podamos deleitarnos con lo que hemos conseguido: grandes logros y gran prosperidad que nos dan libertad para abstraernos. A los protagonistas no les basta esa abstracción, pero ni dan con otra cosa, ni echan la vista atrás para ver donde se extraviaron. Se desesperan por su revolución, la que intentan forzar y ensayar de mil maneras, pero que nunca llega, y así llega la seguridad de que hemos tocado “techo”: “siempre es antes de la revolución cuando se es como yo”. Desesperación.
De Bertolucci conocía sus últimos films y no me habían incitado a hacerme con anteriores trabajos suyos, pero “Antes de la Revolucion” me ha impresionado. Me ha encantado la música que acompaña la película; una pareja protagonista fabulosa; una Adriana Asti maravillosa; pasajes a lo Godard, al que los personajes hacen referencia.


1 comentario:

nn dijo...

interesante peli... creo que la vi en una distribuidora por aca en mi ciudad... gracias a tu critica seguramente me hare con ella...saludos...!!!