viernes, enero 12, 2007

Caché


Dir. Michael Haneke
Francia / Austria / Alemania / Italia 2005



Una familia bien avenida comienza a recibir extrañas cartas y videos anónimos. El hecho no pasa de ahí, pero provoca un resquemor en la familia, cada vez más preocupada por el asunto, y un ambiente familiar cada vez menos plácido, deteriorando la placidez conyugal y escarbando en el pasado de los protagonistas.



* En “Caché” nos encontramos al mejor y al peor Haneke, es decir, al Haneke más lúcido y también al que tiene más mala uva. De entrada, debido a la premisa de la que parte la historia, “Caché” puede parecernos un film de suspense que vaya a amoldarse a patrones convencionales, pero el desasosiego que sin causa aparente pronto comienza a atenazarnos nos pone sobre aviso, recordándonos que es Haneke quién se encuentra tras todo ello, y que nada convencional puede salir de la cabeza de este hombre.
Pronto nuestras elucubraciones e hipótesis, nuestro adelantar acontecimientos siguiendo una ruta de derroteros tradicionales debe dar paso a la perspectiva más amplia que exige el cine de este director, y a un estado más receptivo que nos ayude a soslayar tópicos, y que, para bien o para mal, nos convierta en grandes dianas, objetivo de las estocadas del director, pues “Caché” es una sofisticada patada en la entrepierna moral.

* Se pone a los personajes en situaciones en que deben enfrentarse a su cara más vil y amarga, como ante un espejo trucado, y se les pide que reaccionen ante esta realidad de la que deben tomar conciencia, en lugar de ignorarla con la esperanza de que se extinga; pero siempre perdura; todo muy dinámico y psicoanalítico.

* La historia de “Caché” supone filmar la herida reabierta, una reproducción a escala de la referencia contenida en la película a la matanza de argelinos en Francia en los años 60. Haneke pide a sus personajes conciencia, madurez y responsabilidad, antes de que la “distorsionada” imagen que les devuelve el espejo ante el que los coloca se degrade aún más. Por esto en muchas ocasiones acaba poniendo Haneke en su objetivo a la pulcra familia burguesa, paradigma de rectitud y decoro social y moral, para que el contraste entre lo real e ideal sea mayor, para que el hedor sea más intenso y el malestar más profundo. Se reabren heridas y se hurga en ellas. Si los protagonistas no pueden tomar responsabilidad de sus actos, Haneke se convierte en instrumento del equilibrio cósmico… y arrasa con todo.

* La progresiva degradación y envilecimiento de la familia ideal con la que en principio simpatizamos, y de la que de entrada nos compadecemos; el vuelco drástico producido en nuestra valoración de los personajes; la pronta ausencia de asidero para nuestros juicios de valor, y el hecho de que, más que en ninguna otra de sus películas, siempre dentro de su plan, Haneke dinamite y mutile la narración, todo esto va creando una atmósfera espantosa y alarmante, que acorrala y asfixia, y que sin dar tregua, una vez inoculado el malestar brutal, nos empuja hacia un abismo interior, porque los personajes (lo mismito que nosotros) no saben enfrentarse a si mismos.

* La reflexión de Haneke, dentro de lo que el cine permite, en tan intensa que duele; y no estamos ante una barata exposición de ideas de rastrillo de domingo, muy común en el llamado “cine social”, que apela a los sentimientos, y ni ilumina ni estremece realmente nada; esto es cine cerebral, quirúrgico y cruel.

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