sábado, noviembre 01, 2008

Esmeralda la Zíngara


The Hunchback of Notre Dame
Dir. William Dieterle
EEUU 1939


* “Esmeralda, la zíngara” es uno de mis films clásicos favoritos, de los que más veces he visto. Drama aventuresco, que guarda el espíritu romántico de la historia original (y que parece común en toda la trayectoria del director, independientemente del romanticismo inaugural que desplegara “Nuestra Señora de París”, hace siglo y medio), pero mostrándose bastante recatado a la hora de plasmar la crudeza y visceralidad de algunos pasajes de la obra literaria; inclemencias más presentes en el film de Worsley, con el legendario Lon Chaney.

* Su director, William Dieterle, era un emigrado alemán al que se ofertó dirigir en Estados Unidos. De esta película de 1939 se han hecho ciertas lecturas políticas en relación al horror que en Dieterle causaba la situación de su país y el deplorable y tiránico régimen que lo dominaba. Como habrá millones de films en esa tesitura, no voy a entrar en análisis ninguno sobre un aspecto que, de entrada, me hastía, pero que no está demás señalar, por si alguien quiere embarcarse en autopsias. También quiero señalar, asimismo en relación al origen teutón de Dieterle, que con su llegada a Hollywood aportará al cine norteamericano una superlativa vena romántica, gótica, fantástica, oscura, poética, siempre dentro de los límites marcados por las tendencias de su país de acogida; vena nutrida por su legado expresionista, cuyos cánones se rastrean en muchos fragmentos de esta película, que recordemos, es ya del 39.

* Son muchos los aspectos del film que me fascinan. En primer lugar, está el hecho de ser una más que apreciable adaptación al cine de un autor por mi venerado, como es Víctor Hugo. Remitiéndome a lo escrito más arriba, sin su escabrosidad, la película tiene el tenebrismo, la impronta romántica de la historia original. Complicado es abordar sin profundidad excesiva una obra clásica, tomarse tantas licencias sobre ella, y que salga una obra de tal envergadura.

* Dieterle nos lanza algunas perspectivas parisinas impactantes; podemos deleitarnos con un sinfín de poderosos pasajes e imágenes fantasmales, crípticas, sombrías, vaporosas; entre lo degradado y doliente, y lo majestuoso. Los corruptos e infectos callejones de un París donde aflora la penuria, la depravación; la perversión y el desenfreno, el vicio morboso de las viles diversiones del populacho; solemnes y extraordinarias impresiones del interior de Notre Dame; lóbregas y turbadoras visiones de los corredores y el campanario de la catedral; la pesadilla del devastador tribunal eclesiástico. Pose donde pose la mirada la cámara, tenemos una amalgama de matices sensitivos y emocionales, aunque siempre más escorados a lo decadente que a lo radiante. Matices que impregnan también a los propios personajes, algunos firmemente ligados a ciertas realidades y tonalidades, otros errantes entre diferentes contextos y tendencias. Los mismos paisajes que recorremos con la vista los podemos rastrear en Quasimodo, Esmeralda, Frollo, Clopin, Gringoire, Luis XI… A mi, personalmente me llaman la atención lo complejo de todas estas figuras, y como, al igual que en el cine silente europeo (alemán, ruso), se solicita al espectador un esfuerzo constructivo, al no dárselo todo hecho: leer en los gestos, las miradas, analizar actitudes, casar contextos, para poder conocer lo mejor posible a los personajes, y así poder tener una comprensión más profunda del conjunto de la película; eso sí, cada cual con su interpretación. Cada personaje se convierte así en todo un vasto mundo, cuyo pasado se precipita sobre lo que vemos si le echamos el ánimo de querer perseguirlo.


* La película es además muy ágil. Tiene mucha vidilla, sin baches, ni detenerse demasiado en ninguna secuencia o punto álgido. Y resulta más reconfortante verla si nuestra mente procesa en paralelo a las imágenes. Aunque también se pueda disfrutar de ella como simple película para echar el rato: divertirse con las peripecias de la “Corte de los Milagros”; indignarse con los mecanismos de la iglesia; extasiarse en la galería de imágenes; regalarse algún susto; soltar alguna lagrimilla; emocionarse.



5 comentarios:

yorgos dijo...

Una joya del cine, sin duda. La más destacada (diría yo) de las versiones.
saludos!

Anónimo dijo...

Esta pelicula no la he visto, pero curiosamente vi con mi peque la de Simbad el marino con la O´Hara también, y me dio un regusto a acartonada la chica, nada comparable al papel de "El hombre tranquilo".

Saludos...

john mcclane dijo...

Esta película no la he visto, pero definitivamente me anoto para verla. No hay nada mejor que el cine clásico.

Saludos.

Ariel Luque dijo...

Es verdad, es un memorable clásico. Hace mucho que no escuchaba a alguien nombrarlo. Muy bueno lo tuyo. Saludos!

Ariel.

Antonio Rando dijo...

Yorgos: A mi la adaptación con Lon Chaney me encanta también, no se si decir que más, incluso.

Troncha: Pues ahora que mencionas la de Simbad, me han entrado ganas de verla. Ese cine de aventuras clásico salva muchas tardes.

Fantomas: Va por rachas, un día flipo con cosas como estos clásicos, otro día con otra cosa…

Ariel: Me la he visto 5-6 veces… ya era hora de hacer mención de ella.

Saludos a todos.