jueves, septiembre 21, 2006

El Amor Después del Mediodía


L'Amour, l'Après-midi
Dir. Eric Rohmer
Francia 1972



Frederic es feliz con la vida que lleva. Goza de éxito en su trabajo, rechazando oportunidades mas lucrativas por sentirse bien tal como está. Tiene una bella esposa, profesora de inglés, con la que se siente a gusto, y de la que espera su segundo hijo. Vive en el bullicioso Paris, disfrutando de su gentío y su febril actividad. En su tiempo libre lee, va de compras, y fantasea con toda mujer que se le cruza en el camino, sin que esto ponga merme en manera alguna su felicidad conyugal. Siempre tiene los pies en el suelo, y mantiene una distancia prudencial de todo aquello que pudiese restar un ápice de bienestar a su vida.
Pero como extraída de una de esas fantasías, cierto día se presenta en su oficina una vieja conocida, ex pareja de su mejor amigo, y a la que hacía años que no veía. Los propósitos de su reaparición y de su visita a Frederic no están del todo claro. Poco a poco irá embaucando a Frederic, arrastrándolo de forma sutil hacia una situación delicada, que apelará a sus sentimientos y convicciones.


* Cuando acabo de ver esta película me quedo con la sensación de haber visto una obra de un acabado perfecto. Que borda su propio discurso y lo proyectado por el director. Donde nada falta ni sobra. Pero el que no pueda reprochar nada a esta cinta, no explica esa sensación de perfección que nombré antes. Supongo que ese acabado se deberá a la destreza del realizador a la hora de usar determinados recursos cinematográficos, que a mi, como simple aficionado al cine, se me escapan, siendo materia para cinéfilos mas versados o sesudos estudiosos del séptimo arte.
De todos modos si que puedo destacar alguna que otra cosa que me ha gustado especialmente del film:

* Su ritmo sosegado y su coherencia narrativa; y el relato sin altibajos de una situación que parece conducir al espectador de la mano hasta el desenlace.

* Personajes sugerentes que se ganan nuestro favor desde las tres o cuatro pinceladas iniciales con que nos los presentan. Rohmer dota de personalidad a sus personajes de dos simples trazos. De esta forma uno no se hace de rogar a la hora de prestar su interés al film, que no lo reclama para la historia, sino para sus personajes.


* Atractivo el personaje de Chloe. Es como la tentación hecha carne. Surgida enigmáticamente de no se sabe que reducto del pasado del protagonista para incitarlo a plantearse su presente; proyectarle un dilema; darle una lección moral. Se me presenta más esta película como lección, como “cuento moral”, que La Rodilla de Clara o Mi Noche con Maud, como si el discurso moral aquí fuese mas nítido, con un envoltorio menos complejo que las otras.

* Me gusta como está planteado el personaje de Frederic, y el esbozo psicológico que de él se hace, así como el dilema que se le plantea. Lo atractivo de los personajes hace que realmente te interese como acabará todo, pese a lo sencillo, que no simple, de la situación.
El protagonista parece tenerlo todo. Tanto es así, que quisiera tener algo menos; padecer cierta privación; cierta necesidad o incertidumbre, que lo sacase un poco de la plácida e inerte complacencia donde se halla, y le proporcione quizá cierta emoción, aunque esta fuese inofensiva. Por eso debe fantasear, no yendo más allá. Por precaución, quizá por temor a un desliz que desbarate la felicidad que se ha labrado.
Como de momento se contenta con fantasear, y nada, ninguna mujer, ha venido a ponerle en ningún aprieto, se mantiene en esa situación, en la que lo tiene todo, pero donde siente que quiere o necesita algo; puede que volver a tener cualquier cosa en la que afanarse o tener que enderezar. Entonces es cuando aparece Chloe, para estimular sus fantasías con la figura de una mujer inquietante, con problemas, inestable, que viene a ofrecerle esas emociones que el parece anhelar. Ahora deberá plantearse si merece la pena lanzarse a la aventura.


* Sin percatarme de las demás virtudes que tendrá, pero que son para mi inasibles, acabaré recomendando esta película por la simple razón de que me ha encantado.

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