Moe no Suzaku
Dir. Naomi Kawase
Japón 1997
* Si bien en “Shara”, su otro largometraje hasta la fecha, Naomi Kawase nos sumergía en el dolor omnipresente y vivo de una familia por la ausencia de uno de sus miembros, para de un modo catártico expurgar finalmente ese dolor, en “Suzaku” nos presenta un complejo tejido sentimental en el seno de una familia, cuyas relaciones el espectador debe ir desentrañando, captando el sentir de los personajes, mientras, en este caso, la soledad y la aflicción van imponiéndose.
En esta película Kawase se entretiene más en ponernos en antecedentes, aunque le bastan solo un par de apuntes relevantes sobre el pasado de los personajes para darnos un punto de arranque, y a partir de ahí desarrollar una historia de una riqueza emocional tremenda. Los pocos diálogos que hay no aportan nada que no podamos captar en las actitudes y comportamientos de los protagonistas.
Siempre me ha llamado mucho la atención, sobre todo en cierto cine oriental, como a veces, con una falta casi total de diálogos y un hieratismo casi enervante, se transmite más que con los más amplios textos. Cierto que también depende del esfuerzo que buenamente quiera hacer el espectador. “Suzaku” se construye a través de las suposiciones que vamos aventurando.
Me he visto la película varias veces, pero su riqueza no creo que estribe en las veces que la haya podido ir reelaborando o apurando, pues me llenó del todo la primera vez que la vi.
Considero que Kawase tiene una especial sensibilidad para comunicar y transmitir a través de otros lenguajes, más allá incluso de lo poco convencional en el cine, y aún así, ofreciendo un cine de autenticidad y naturalidad portentosas. Difícil dar con el ardid o recurso al que acude Kawase en tal o cual secuencia para hacerte llegar tal idea, sentimiento, o intuición. Creo que Naomi Kawase representa el cine intuitivo puro, que nace libre de estratagemas y artimañas. De esos cineastas que te hacen pensar que basta con ponerse a filmar para transmitir; que con contar algo comunicamos. Pero no es tan sencillo; como la iluminación está en su mirada y percepción, más que en el uso de técnicas y recursos… o tienes “alma”, o tu cine tampoco la tendrá.
Por mucho que uno vea esta película, no dará con nada explícito que rubrique sus cavilaciones sobre lo que ocurre y los vínculos entre los personajes. De hecho, creo que todo aquello que Kawase nos ofrece a las claras no es vital para lo que quiere reportar. Película para elucubrar continuamente, asociando y descartando, siempre acosados por la sangrante autenticidad del film, y guiados por unas interpretaciones certerísimas en su misión.
Narra la desintegración de unos lazos familiares, de la ilusión sobre lo inamovible de estos y su placidez. Consigue que seamos capaces de ver a través de los ojos de cada uno de los personajes, en ambos sentidos: viendo y sintiendo como ellos, asomándonos a su interior y exterior. Sobre la actitud del padre, la relación entre tía y sobrino, sobre la visión que Michiru tiene de la nueva situación, la percepción de la abuela, etc, etc, es decir, sobre todo aquello que supone la historia de “Suzaku”, Kawase se limita a insinuarnos. Y son tantas esas sugerencias, alusiones e invitaciones a penetrar la historia que lo normal sería fracasar a la hora de casarlas, pero en mi caso esta película te espolea y anima a hacer el esfuerzo de darle forma.
Por cierto, final abrumador. Prepárense para anegar la estancia en lágrimas; o cuando menos, para sentir una congoja brutal. Y si han visto “Shara” ¿Por qué a Kawase siempre le llueve cuando mejor queda el chaparrón?