Breakfast on Pluto
Dir. Neil Jordan
Irlanda / Reino Unido
Cuando la situación en su ciudad natal de Irlanda se hace insostenible; cuando la vida de Patrick empieza a estar demasiado viciada por su situación familiar, la de sus amigos, y por las circunstancias sociales, y nada de esto puede afrontarse con su humor habitual, Patrick decide dar el salto y marcharse. En Londres, en medio del caos, buscará su madre perdida, en un intento de cobrar fuerza para enfrentarse con más brío al mundo.
* Neil Jordan es de esos directores a los que nunca nombro entre mis favoritos porque suelo olvidar que tenga tantas películas que me hayan causado impresión: “Michael Collins”, “Entrevista con el Vampiro”, “En Compañía de Lobos”, o esta: “Desayuno en Plutón”.
Hace unos meses, cuando caí en la cuenta de lo interesante que me habían resultado los pocos de sus films que había visto, me hice con otra remesa, y aunque “Contracorriente” y “Juego de Lágrimas” se me atragantasen (“Juego de Lágrimas” tiene empuje en su primera mitad), “Desayuno en Plutón” fue la que me encantó.
Una especie de cuento de hadas (a lo Jeunet), muy glam, ambientado durante el conflicto irlandés en los 70, y tratando el tema de la homosexualidad, entre otros.
El exceso de histrionismo en el arranque de “Contracorriente” hizo que se me quitasen las ganas de continuar viéndola, porque no conseguía acercarme a los protagonistas. “Desayuno en Plutón” tiene un tono similar, descarado y frívolo, vivaz, recordando a Jeunet como señalé arriba, y a su “Amelie”, pero con algo crucial para engancharme: que ese mundo festoneado y vivaracho, “alegre”, se manifiesta desde el principio como una expresión de dolor latente; la carcajada histérica y aciaga de quien ya se toma a broma su infortunio. El mundo de “Desayuno en Plutón” es un cuento que su protagonista se fuerza en creer, aun consciente de ser fruto de su ingenio, para dar sentido a su vida, y color a sus circunstancias. La lucha colosal de la imaginación de Patrick por hacer frente a la realidad, el usar ese poder fabulador como arma y como instrumento eficaz para ir encontrando respuestas a su situación, que no es más que un poso de amargura y resentimiento oculto bajo una máscara de gozo; esa lucha, repito, es la que da tremenda fuerza a esta película, donde todas las interpretaciones van a juego con el nervio desplegado por la historia, los personajes, la técnica... Una película que es un alarde de ingeniería narrativa, que introduce múltiples secuencias y personajes secundarios y adicionales, todos magistrales, que van edificando un portento de inspiración sin una fisura por donde reprochar nada a Jordan. Tratar a la vez, ensamblar, la historia de un “huérfano” homosexual y extravagante en busca de una añorada figura materna, con un relato crudo del conflicto irlandés, con tantos y tantos personajes torcidos, sin caer en el mal gusto ni la falta de tacto, es un mérito de los más notables del director. Es ese magistral telar narrativo, con el descomunal trabajo de penetración psicológica de los personajes, más el cariño mostrado hacia ellos, lo que hace que este director puede prender fuego (o brillantina) a sus relatos, y recargarlos tanto como desee, sin perder el norte. No creo que la historia de Patrick sea una historia de autodescubrimiento. No creo que Patrick se busque a si mismo en su viaje. A pesar de lo que pueda parecer, Patrick, bajo sus afeites, es el personaje con más integridad y fortaleza de los que aparecen en pantalla. Lo que realmente necesita para irse despojando de su disfraz, el cual parece que no abandonará nunca, es entender a los demás en relación con él. No es un ejemplo de cómo afrontar el mal tiempo con buena cara, como podría parecer, pues las sonrisas de Patrick son las más tristes de Irlanda; sino un ejemplo de entereza, pese a la picaresca, y de real paciencia ante quienes nos rodean; más, ante los hipócritas abanderados de la normalidad, sobriedad y todo aquello que es “como Dios manda”. Una desesperada búsqueda de lo bueno que queremos que haya en todos nosotros, y de un resquicio de humanidad entre tanto humano. Otra película que apuntar entre las dedicadas a Odiseas personales.
Dir. Neil Jordan
Irlanda / Reino Unido
Cuando la situación en su ciudad natal de Irlanda se hace insostenible; cuando la vida de Patrick empieza a estar demasiado viciada por su situación familiar, la de sus amigos, y por las circunstancias sociales, y nada de esto puede afrontarse con su humor habitual, Patrick decide dar el salto y marcharse. En Londres, en medio del caos, buscará su madre perdida, en un intento de cobrar fuerza para enfrentarse con más brío al mundo.
* Neil Jordan es de esos directores a los que nunca nombro entre mis favoritos porque suelo olvidar que tenga tantas películas que me hayan causado impresión: “Michael Collins”, “Entrevista con el Vampiro”, “En Compañía de Lobos”, o esta: “Desayuno en Plutón”.
Hace unos meses, cuando caí en la cuenta de lo interesante que me habían resultado los pocos de sus films que había visto, me hice con otra remesa, y aunque “Contracorriente” y “Juego de Lágrimas” se me atragantasen (“Juego de Lágrimas” tiene empuje en su primera mitad), “Desayuno en Plutón” fue la que me encantó.
Una especie de cuento de hadas (a lo Jeunet), muy glam, ambientado durante el conflicto irlandés en los 70, y tratando el tema de la homosexualidad, entre otros.
El exceso de histrionismo en el arranque de “Contracorriente” hizo que se me quitasen las ganas de continuar viéndola, porque no conseguía acercarme a los protagonistas. “Desayuno en Plutón” tiene un tono similar, descarado y frívolo, vivaz, recordando a Jeunet como señalé arriba, y a su “Amelie”, pero con algo crucial para engancharme: que ese mundo festoneado y vivaracho, “alegre”, se manifiesta desde el principio como una expresión de dolor latente; la carcajada histérica y aciaga de quien ya se toma a broma su infortunio. El mundo de “Desayuno en Plutón” es un cuento que su protagonista se fuerza en creer, aun consciente de ser fruto de su ingenio, para dar sentido a su vida, y color a sus circunstancias. La lucha colosal de la imaginación de Patrick por hacer frente a la realidad, el usar ese poder fabulador como arma y como instrumento eficaz para ir encontrando respuestas a su situación, que no es más que un poso de amargura y resentimiento oculto bajo una máscara de gozo; esa lucha, repito, es la que da tremenda fuerza a esta película, donde todas las interpretaciones van a juego con el nervio desplegado por la historia, los personajes, la técnica... Una película que es un alarde de ingeniería narrativa, que introduce múltiples secuencias y personajes secundarios y adicionales, todos magistrales, que van edificando un portento de inspiración sin una fisura por donde reprochar nada a Jordan. Tratar a la vez, ensamblar, la historia de un “huérfano” homosexual y extravagante en busca de una añorada figura materna, con un relato crudo del conflicto irlandés, con tantos y tantos personajes torcidos, sin caer en el mal gusto ni la falta de tacto, es un mérito de los más notables del director. Es ese magistral telar narrativo, con el descomunal trabajo de penetración psicológica de los personajes, más el cariño mostrado hacia ellos, lo que hace que este director puede prender fuego (o brillantina) a sus relatos, y recargarlos tanto como desee, sin perder el norte. No creo que la historia de Patrick sea una historia de autodescubrimiento. No creo que Patrick se busque a si mismo en su viaje. A pesar de lo que pueda parecer, Patrick, bajo sus afeites, es el personaje con más integridad y fortaleza de los que aparecen en pantalla. Lo que realmente necesita para irse despojando de su disfraz, el cual parece que no abandonará nunca, es entender a los demás en relación con él. No es un ejemplo de cómo afrontar el mal tiempo con buena cara, como podría parecer, pues las sonrisas de Patrick son las más tristes de Irlanda; sino un ejemplo de entereza, pese a la picaresca, y de real paciencia ante quienes nos rodean; más, ante los hipócritas abanderados de la normalidad, sobriedad y todo aquello que es “como Dios manda”. Una desesperada búsqueda de lo bueno que queremos que haya en todos nosotros, y de un resquicio de humanidad entre tanto humano. Otra película que apuntar entre las dedicadas a Odiseas personales.
2 comentarios:
Recuerdo que me lo pasé bien viendo esta película. Es bastante almodovariana, eso pensé.
La pasan en CTK este mes, igual la vuelvo a ver.
Un saludo!
Buenas, Babel.
Reconozco que de Almodóvar no he visto nada, aunque parezca increible de creer; pero es que se me hace muy cuesta arriba dado los prejuicios que tengo con su cine. Igual es hora de darle una oportunidad.
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