miércoles, octubre 24, 2007

El Espíritu de la Colmena

Dir. Victor Erice
España 1973

* En el cine patrio que he visto hay unas pocas muestras, joyas, que me entusiasman, y una gran mayoría de películas que, si no detesto profundamente, me generan una irritante indiferencia. “El Espíritu de la Colmena” es para mi una de esas joyas perdidas en la filmografía nacional. ¿Qué hemos hecho, o dejado de hacer en nuestro país, para haber abandonado el espíritu que anima películas como esta? Da igual.

* De entrada, me ofrece esta película un par de las interpretaciones infantiles que, dado el tono de la película, más grata impresión me han causado. La naturalidad con que se desenvuelven Ana e Isabel (nombres de las protagonistas, en el celuloide y la vida real) en la frialdad y contención del film es impresionante, y muy de agradecer. En un cine, llamémosle “ligerito”, los papeles infantiles pueden permitirse cierto margen de despropósito, pues nunca desentonarán, porque nadie se fijará en ellos, y a nadie le importará, a no ser que sean estrepitosamente torpes. Pero cuando hay cualquier pretensión, cualquier “espíritu” intentando dar carácter a un film: con colmena o sin ella… cuidado con los niños. Pocas cintas he visto con ese afán de “séptimo ARTE”, donde el papel de los niños no desbarate todo, donde aporten algo y contribuyan realmente a la obra de un equipo volcado en una empresa (en hacer cine por cine): “¿Quién puede matar a un niño” de Ibáñez Serrador, “La Ciudad de los Niños Perdidos” de Jeunet, “Nadie Sabe” de Koreeda, o “Ni uno Menos” de Yimou. “El Espíritu de la Colmena” está entre ellas, e incluso yo la distinguiría antes que cualquiera de las anteriores.

* La película nos muestra un frío, árido y desolador panorama de posguerra. Parece que el arruinado paisaje castellano haya impreso su espíritu en una sociedad yerma. Estéril todo por la guerra, la dictadura y la derrota de cualquier elemento que pudiera suponer un revulsivo intelectual, cultural y social en un universo muy necesitado de ello. Pese a esto, la prístina y cegadora frigidez del paisaje donde se desarrolla la historia tiene algo de imponente y majestuoso; marchita y agostada, pero magnificencia al fin y al cabo. Nada parece poder arraigar en tal contexto, lo que hace que el distanciamiento que la pequeña Ana sufre respecto a los referentes que han marcado su corta vida sea mayor. Pues, empujada desde su micromundo familiar a tener que buscar un sentido fuera de este, chocará contra el rigor glacial del mundo que la rodea. Todo lo inquieto, vital y agitado que puebla ese desierto son algunos de los personajes, cual llamas siempre avivadas en medio del páramo. Creo que si no se logra conectar con esa vida y experiencia individual de los protagonistas, sobre todo de la pequeña Ana, que se va nutriendo de todo tipo de sensaciones y conflictos, la película puede suponer al desafortunado solo un muestrario de insípidas estampas costumbristas y de posguerra; aunque a mi personalmente el aspecto visual del film ya me parece muy atrayente.

* Con este panorama Ana empieza a despertar a la realidad y despojarse de su infancia. Quizá tiene aun una muy tierna edad como para que esas vivencias la transformen demasiado, pero es un primer contacto con ese mundo triste pero cierto que nos intentan ocultar de niños. Las experiencias que vive le van abriendo los ojos y el corazón. La asaltan cientos de preguntas, su carácter y sus valores se van forjando, y lo más importante, va siendo consciente de la realidad humana y social de su entorno. Se enfrenta por primera vez al absurdo, la injusticia y la impotencia. Algo franco la hace reaccionar ante ello y afirmar inicialmente determinadas posiciones, aun algo vagas, y de las que nada sabía, pero que desde ese momento la irán convirtiendo en persona, en adulto… una pena. Las inquietantes vivencias de la pequeña Ana la espolean y estimulan a plantearse cosas en las que nunca había reparado, además de provocarle multitud de sensaciones que son la vidilla de ese erial pintado por Erice. Preguntas, preguntas y más preguntas asaltan a Ana. Mentiras, mentiras y más mentiras es todo lo que recibe. Esto se dio siempre, pero ahora ella lo sabe. Está perdiendo todos los referentes que tenía para moverse y comportarse en un mundo que se ha vuelto ahora un angustioso y temible laberinto de contradicciones. Se le han caído dioses y mitos, todo lo asentado se hace añicos, y se encuentra sola y perdida, con el infame mundo que acaba de descubrir a un lado, y con esa vasta y yerma naturaleza (humana también) a otro. Ya no puede acudir a lo seguro porque empieza a paladear el sabor amargo de la hipocresía y se va colando en ella la desconfianza y el desconsuelo. No puede reprochar a nadie que le hayan pintado el mundo con falsedades.
Montones de escenas turbadoras: la bromita de Isabel haciéndose la muerta, la aventura de Ana con el fugitivo, la secuencia de la setita…

6 comentarios:

nonasushi dijo...

Una mirada que lo decía todo. Siempre me parecerá impresionante.

Saludos

Antonio Rando dijo...

Buenas nonasushi. Gracias por la visita. Ahora me toca atreverme con otra de Érice.

Daniel Quinn dijo...

Irian, tienes que ver las tres sin dudarlo :P Bueno, las tres más los cortos que hay por ahí, como el maravilloso Alumbramiento.
¡Qué pena que no podamos seguir disfrutando del mejor director de este país! Todo por la ceguera de los productores o quien sea el culpable (si es que lo hay). Es una auténtica lástima.
Un saludo!

Antonio Rando dijo...

Buenas daniel quinn. Eso es lo que pretendo: vérmelas todas; pero es que hay tanto que ver. Cuando te impresiona una película de un director y decides zamparte su obra entera, al día siguiente te cala otro menda y aparcas al anterior; que vida más dura…

Anónimo dijo...

Extraordinaria y fascinante. Una película que hay que verla pero por obligación. Excelente tu blog. Saludos. pablocine.blogia.com

Antonio Rando dijo...

Gracias por la visita y el halago, Pablo.